Se notaba que los días iban siendo mas cortos cada día, un minuto menos de sol, pensó ella, y minuto más de luna, pensó él.
Legaron casi a la vez al punto de "encuentro", el maravilloso parque en el que tantas veces habían disfrutado de su compañía.
Eligieron un gran árbol, con una hermosa sombra, para sentarse y reposar junto a el.Se notaba que llevaba siglos plantado. Era altísimo, frondoso, con una maravillosa copa debido a la estación que daba comienzo.
Se miraron a los ojos y de nuevo volvieron a reconocerse.
Ella seguía tan hermosa como siempre, con su tez blanca, su ojos brillantes y esa maravillosa
sonrisa que le había enamorado tanto tiempo atrás.
Él, sin embargo, denotaba cansancio, hastío, desencanto; su pelo se había vuelto cano y lo que antiguamente habían sido unas pequeñas "entradas", que a ella le gustaba tanto
acariciar, ahora simplemente eran una incipiente calva, que aunque no le avejentaba, no eran posibles de disimular.
Como si de un tesoro se tratase, con mimo y cuidado, Anna, tomo su enorme bolso, abrió la cremallera y pidió a Alex que cerrara los ojos. Luego le tomó la mano y se la puso sobre algo duro y suave que había en
el interior del mismo.Supo que eran dos, el mismo número que ellos, dos, algo inseparable.Sin abrir los ojos, Alex supo al momento lo que era y una pequeña lágrima comenzó a resbalar por su mejilla. Ella, aún también se acordaba de lo que les gustaba. Siguió sin ver nada y lo sacó.
Ahora le tocaba el turno de sentir sin ver a Anna. Él, abrío uno de los paquetes, troceó una pequeña onza y se la puso en los labios para que la saboreara. Era negro, puro, amargo pero delicioso, era su chocolate preferido.Mordió lentamente el pequeño trozo hasta que su dientes tocaron los dedos de él.
Anna, tomo el otro paquete, un poco más pesado y voluminoso. No era plano, tenía pequeños montículos que lo hacían un poco más difícil de cortar. Era su super chocolate, el que él adoraba y tomaba cada viernes cuando se veían. El "gran tesoro", con enormes almendras enteras.
Cuando ambos terminaron de disfrutar del primer momento, Alex tomó una bolsa, que hasta entonces ella no había visto, y la entregó un pequeño paquete para que ella misma lo abriese.
Era una caja maravillosa, no en si misma era espectacular, era de tamaño medio, no muy llamativa, sencilla, pero era maravillosa porque imaginaba lo que había dentro. Él también seguía recordando los viernes...
Deshizo con mimo y entusiasmo el lazo.Tuvo mucho cuidado de no golpearla porque sabía que lo que contenía podría romperse.
Destapó el pequeño cofre y al ver el interior sonrió como nunca hasta entonces lo había hecho.
Saco dos pequeñas copas de balón y una mini coctelera que estaba cerrada herméticamente. También
encontró en su interior una bolsita con limas troceadas cuidadosamente y una segunda bolsa de frío con
Alex recordaba que ese era su cóctel preferido, que a ella la encantaba que se lo preparase cada vez que estaban juntos. Tomaron las copas, prepararon la bebida y sorbo a sorbo disfrutaron de su momento, en silencio, solo contemplándose el uno al otro y viendo como sol se escondía poco a poco.
Él había puesto "su canción" en su celular y sonaba a la vez que fundían sus miradas y sus manos.
Devuelta al coche, cogidos de la mano, en silencio, contaron mentalmente los pasos que de nuevo les volverían a separar.
Legaron al destino de Anna, abrió la puerta y dejó su bolso en el asiento.
Abrazó a Alex, no quería separarse, pero, sabía que alguien le esperaba en casa; no era feliz pero tenía un compromiso, con su hijos, su mujer y su conciencia...
Por una tarde, habían vuelto a ser "la mujer Martini" y él, "el chico del chocolate". Habían vuelto a ser como antes, felices.